13 de octubre de 2017

IV. El Príncipe Donoso (II)

En esta segunda parte del relato de El Príncipe Donoso, vemos que, tras insistir su padre, Donoso finalmente llega a un castillo con el objetivo de encontrar una joven con la que casarse. Esta doncella es Irina, la hija única de un caballero que resulta ser la compañera ideal para el príncipe.


Al igual que había hecho en todos los lugares en los que había estado, Donoso abandonó rápidamente la compañía de los otros jóvenes una vez comprobó que los superaba en destreza, fuerza e inteligencia. Por otro lado, las mujeres del castillo eran escasas, y en el caso de las jóvenes, por ser criadas e hijas de labradores, carecían de interés para Donoso. La joven Irina, sin embargo, por su carácter indómito pero también por su belleza, estuvo por primera vez a la altura de las exigencias del príncipe. Cuando salían a caballo, Irina era la única que podía seguir el ritmo, ya fuera a través del bosque, vadeando ríos o a pleno galope en campo abierto. En los juegos atléticos, lejos de mantenerse alejada como espectadora, peleaba con los otros mancebos del castillo, asiéndolos por la cintura y derribándolos entre grandes muestras de entusiasmo. Y cuando llegaban las noches, abandonando su atavío de campo por ricos trajes, trenzado y perfumando su largo cabello, sabía entonar las más dulces canciones y bailaba con gracia, comportándose con mesura y delicadeza en la mesa.

Donoso e Irina pasaron mucho tiempo juntos, habiendo encontrado Donoso su mejor compañero de armas en una doncella. También Irina terminó centrando su atención en la figura de Donoso, en su belleza y sus maneras educadas, en su fuerza y en su actitud altanera, y acabó por enamorarse de él. Escuchando por fin los consejos que le daban su madre y sus doncellas, abandonó los juegos y las competiciones de hombres en los que había participado desde su niñez, y comenzó a actuar con las formas que correspondían más con las de una joven casadera.

Donoso se dio cuenta rápidamente de su cambio de actitud, y comenzó a verla igual que al resto de mujeres que había conocido: carente de cualquier tipo de interés. Pero cuanto más despego mostraba Donoso, más creía Irina que era a causa de sus modales rústicos y varoniles, y cuanto más hacia ella por remediarlos, más desprecio le mostraba Donoso, hasta que al fin el príncipe, aburrido, anunció que iba a partir de nuevo a la corte de su padre.

Desesperada por el evidente rechazo que Donoso le mostraba, Irina le abordó la víspera de su partida, mientras ajustaba los atalajes de su caballo.

- ¿Donoso, por qué te vas? – le preguntó, deteniéndose en el vano de la puerta del establo.

- Me esperan en mi casa. Es hora de que me marche – le respondió con indiferencia el príncipe.

- ¿Te quieres ir ya? Pensé que me estimabas – Donoso le dirigió una amplia sonrisa, carente de todo tipo de sentimiento, pero totalmente cautivadora.

- Y lo hago, pero debo irme. He perdido demasiado tiempo.

- ¿Que has perdido el tiempo? – preguntó Irina desolada. En sus grandes ojos asomaban un par de lágrimas. Ambos guardaron silencio por un momento. Luego Irina se acercó a él, tomándole de las manos.

- No puedes irte, Donoso. No es tiempo perdido. Me has conocido; me ofreciste tu amistad –. Donoso lanzó una sonora carcajada. Para él, la amistad de una mujer era tan valiosa como el afecto de un perro o de un caballo de guerra.

- ¡No digas tonterías! – le contestó, soltándose de sus manos – apenas me conoces. Yo no te ofrecí mi amistad, simplemente pasaba el tiempo contigo. Pero eso ya ha pasado. Nuestra amistad es una tontería, he sido amigo de muchísimas mujeres, y camarada de muchísimos hombres. Todos se esfuerzan por agradarme, pero no se dan cuenta que todos ellos, que se creen únicos y especiales, son solo uno más entre todos los que conozco. Tu amistad no vale nada. Es hora de que regrese a mi casa y que te olvides de mí.

Irina se sintió desgarrada por el despecho. Toda su actitud manida y afectada adoptada por consejo se derrumbó frente a su carácter indómito. Apretó los puños con rabia y le gritó:

- ¿Tonterías? Tu soberbia no conoce límites, Donoso, hijo de Geminardo. Crees que el amor que te ofrecen es algo que te deben, crees que puedes despreciar todo aquello que no es mejor que tú mismo. Enamorado de tu hermosura y de tu tremenda arrogancia, no haces aprecio de aquello que se te entrega de forma afectuosa y desinteresada, pensando en tu egoísmo que aquello que te ofrecen es algo vulgar y despreciable. ¡Así tu belleza, fuente de tu soberbia, se esfume de tu rostro y te conviertas en un ser feo y vil, como fea y vil es tu alma! ¡Así ofrezcas tu amistad y tu anhelo a las gentes, y éstas te lo devuelvan con desprecio!

Aquellas palabras sonaron terribles. En ese preciso momento Donoso sintió una gran angustia, y cayó enfermo al suelo, víctima de ahogos. Irina, despechada, salió del establo y nunca más volvió a verle.

Recogido por los criados, Donoso pasó largo tiempo en la cama. Su rostro radiante se apagó, y su belleza desapareció rápidamente. Un pelo hirsuto y desgreñado le creció por todo el cuerpo. Los ojos se hundieron y su voz se volvió ronca y jadeante, de forma que su desagradable aspecto comenzó a repeler a quienes lo cuidaban. Cuando finalmente se levantó de la cama, todas las gentes le evitaban o le trataban con precaución y de malas maneras, rehuyendo su compañía. Aún los animales se alejaban de él con el lomo erizado o enseñando los dientes. Donoso se esforzaba por resultar agradable y gracioso, intentando recuperar su antiguo atractivo, pero con ello no provocaba más que antipatía, hasta que finalmente las gentes acabaron por huir de él asustadas debido a su grotesca fealdad y fue expulsado del castillo.

Donoso vagó durante un tiempo por los alrededores, desesperado ante su súbita desgracia, sintiendo por primera vez la angustia de la soledad. En las noches de luna llena, rogaba desesperadamente a la luna que le vio nacer que le devolviese su perdida belleza, hasta que sus ruegos y gritos terminaron por convertirse en aullidos amargos y melancólicos. Enflaqueció, y su cuerpo se fue encorvado, mostrando las costillas sobre una piel tensa y seca como el cuero. Su cabello se hizo más espeso y su rostro se desfiguró con una mueca horrible, que mostraba unos dientes cada vez más puntiagudos.

Al fin, huyendo de su propia fealdad, se internó en el bosque para esconder su desgracia. Alimentándose de alimañas y aullando a la luna, acabó por parecerse más a un lobo que a un ser humano. Recluido en su soledad, intentaba abordar a las personas que veía por la foresta, pero éstas siempre huían aterradas o le recibían con palos o a pedradas. Por fin terminó por esconderse de la propia luz del día, para evitar encontrarse con las personas que le despreciaban, pero deseando a la vez desesperadamente la amistad y el calor humano, tan fuerte como el desdén que había sentido antes por ellos.

Donoso, odiado por los hombres, aún busca de vez en cuando su contacto. Intenta ganárselos a través de algún presente o de una buena acción, limpiando las eras o dejando comida en las puertas, expiando con la fuerza de su intención y de su buena voluntad las malas acciones que había cometido, y todo el dolor que había causado. Las gentes del lugar acabaron por omitir su nombre y terminaron llamándole simplemente “el Lobuno”, guiadas a veces por el temor, otras veces por la lástima. Hasta que pasado el tiempo, terminaron por olvidarse de él, convertido en un animal tímido y voluntarioso, escondido en la oscuridad de la foresta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

He de reconocer que cuando he visto la temática solo he pensado «buff otra vez», ya que últimamente sufrimos una explotación de los clásicos del terror, ya sean hombres lobos, Drácula, Frankenstein...

Sin embargo esta historia me ha ido enganchando, incluso reconozco que estaba esperando que saliera esta segunda parte.

La forma de narrar los sucesos, la originalidad y el inesperado final, convierten este relato, a mi parecer, en el mejor hasta la fecha (incluyendo microcuentos)

Ánimo, sigue así!

P.D. Quedo a la espera de la siguiente entrada 😉

De Pluribus Mirabilia dijo...

¡Muchas gracias por esta crítica tan positiva!

Como tu dices, últimamente a través de la literatura adolescente se ha machacado mucho el género de "monstruos". Este realto está a medio camino entre la tradición más típica y una reinterpretación de la figura del Hombre Lobo. Como fuentes, he tenido la tradición gallega del "lobishome" y un personaje secundario de un cuento de novela juvenil que me encandiló, llamado "Doneval", y que es una de las bases importantes de mi actividad literaria. (¡Cómo nos marca la infancia!)

Espero que los próximos relatos sigan captando así tu atención.

¡Gracias otra vez!